OrÍgenes.
Con la muerte de Roque López en 1811 se cierra la etapa del barroco tradicional
en la escultura murciana, que arrancaba de la aportación en el siglo XVII de
Nicolás de Bussy, procedente de Estrasburgo, mantenida por el emigrante
italiano Nicolás Salzillo y sobre todo por su hijo Francisco y Roque López.
Para la
escultura española del siglo XIX podemos distinguir las siguientes
características:
-
Tradición
barroca soterrada.
-
Neoclasicismo,
con menos uso de la madera y menos temas religiosos.
-
Exaltación
romántica con interés en el preciosismo.
-
Realismo,
especialmente en las últimas décadas y la promoción de temas socializantes y de
costumbrismo, ya cultivado por el romanticismo.
-
Más
peso de las entidades oficiales en los encargos, ejecutados sobre mármol o
bronce.
En la
escultura murciana varias de estas características no se cumplieron. Se mantuvo el influjo del taller de Salzillo y la
preferencia por la talla religiosa. La aportación de pedidos oficiales para
monumentos en piedra fue escasa. Solo hay casos puntuales, como el
Floridablanca de Baglietto o el Salzillo de Sánchez Araciel.
Podemos
mencionar también una secuencia de
escultores menores “santeros”, más bien artesanos especializados en temática
parroquial y católica, con trabajos convencionales como Pedro Franco Gil,
Antonio Navarro, Antonio Requena de Cartagena y Juan Santos de Lorca.
Como
artistas de mayor rango podemos empezar su listado mencionando a Pedro Juan
Guissart, procedente de Bohemia, fallecido en 1803. Sus obras más reconocidas
son los ángeles de la iglesia de San Juan Bautista en Murcia ciudad. También
elaboró un conjunto de evangelistas en estuco para la iglesia de San Lorenzo de
Murcia, que fueron destruidas por los republicanos durante la Guerra Civil.
Continuamos
con Marcos Laborda de Caravaca, 1752- 1822. Entre su obra destacan las
esculturas del Cristo del Prendimiento y la Dolorosa de la iglesia del Salvador
en Caravaca. Mantiene la tradición salzillesca y levemente rococó transmitiendo
dulzura y refinamiento.
Francisco
Fernández Caro de Caravaca, 1760-1841. Preparó una imagen de San Homonobo
inserta en un grupo con otras dos figuras en 1800-1801 para la iglesia de
Santiago de Lorca, erróneamente atribuido a un inexistente Manuel Caro. El
grupo fue destruido por los republicanos durante la Guerra Civil. Destacan
también sus trabajos una Purísima Concepción conservada en la iglesia homónima, y un San Juan
Bautista.
Santiago
Baglietto, genovés de origen, llegó a Murcia en 1813 pasados los tumultos de la
Guerra de Independencia contra los franceses. Aquí adoptó un rápido proceso de
“asalzillamiento” siguiendo el gusto local. Entre sus obras podemos citar el
San Juan Nepomuceno de la catedral de Murcia y múltiples encargos similares,
desgraciadamente destruidos en buena parte en 1936. Como hemos mencionado
anteriormente, una excepción a esta línea fue el trabajo de la estatua del
conde de Floridablanca en 1849, a pedido del ayuntamiento de Murcia y de donativos
particulares. En estilo académico y naturalista, tiene un tono levemente
romántico. Mide 2,5 metros.
Repasando a
los escultores “santeros”, mencionaremos a Antonio Navarro, ¿?-1861, era un
especialista en figurillas e imágenes de santos y vírgenes. Vinculado con
Baglietto a través de la Sociedad Económica de Amigos del País. De nuevo es
patente la pervivencia de la tradición del taller de Salzillo. En este grupo
contamos asimismo con Pedro Franco Gil, 1813-1880, hizo trabajos para el coro
del Santuario de la Fuensanta y el grupo de la Coronación.
Luís Senac
Huertas, 1818-1902 era fundidor industrial. Realizó el ángel colocado en la plaza de Santa Isabel y el frontal de
plata del altar mayor de la catedral sustituyendo al perdido en el incendio de
1854.
Leoncio
Baglietto González, 1820-1891, hijo de Santiago, trabajó en Cádiz y Sevilla
prolíficamente. Contribuyó a las esculturas del retablo del altar mayor de la
catedral de Murcia en 1866-1867. A su
retorno definitivo a la ciudad en 1882 se ocupó de diversos encargos religiosos
y de los medallones de la fachada del teatro Romea.
Antonio José
Palao y Marco, 1824-1886, originario de Yecla, estudió en Valencia y Madrid.
Trabajó y enseñó en Zaragoza bastantes años, así como diversos encargos de
escultura civil en otras localidades como Guetaria. En Murcia preparó la urna
funeraria del Cristo Yaciente de Yecla, y las esculturas de los 4 santos de
Cartagena y la Virgen de la Paz para el retablo del altar mayor, con un cierto
sabor románico y gótico.
Fuente: Melendreras
Gimeno, José Luis Escultores murcianos
del siglo XIX. Cajamurcia. Obra Cultural. Murcia, 1996.
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